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Migraciones

La huida hacia Europa -III-

La huida hacia Europa -III-

Nunca antes en la historia los habitantes de ningún lugar del mundo han sido tan jóvenes como los africanos subsaharianos de hoy. Esas poblaciones se han multiplicado en número como jamás lo hiciera ningún pueblo del planeta, sin revolución verde que garantizase su revolución alimentaria. Hoy la política de planificación familiar al sur del Sáhara se improvisa, el empleo de medios modernos de anticoncepción -aún inferiores al 15% entre las mujeres en edad de procrear- crece muy lentamente, año a año, mientras que, por ejemplo, en Asia se disparó hasta alcanzar alrededor del 70%.

La organización social al sur del Sáhara y su productividad no permiten vivir decentemente, ni alojar, ni educar, ni curar a todos los que nacen, porque un número tan elevado de personas reduce los recursos que se pueden movilizar para el bienestar de cada individuo. Los campesinos subsaharianos producen menos de una tonelada de cereales por hectárea contra las nueve toneladas en Francia, y menos de medio litro por día y vaca, contra los 25 litros del país galo donde, de cada mil explotadores, 900 disponen de un tractor, contra diez al sur del Sáhara. Pero al sur del Sáhara se construyen al mismo tiempo rascacielos y cabañas de adobe, la telefonía 4G coexiste con los “tambores parlantes”… En ningún otro lugar los tiempos colisionan con tanto contraste, constructivo o negativo, tanto como punta de lanza del progreso como del vandalismo. África, la isla continente de los jóvenes, es también el archipiélago de los adultos fallidos, a la espera de una vida plena que se les escapa. Una multitud de menores se encuentran desatendidos en una sala de espera y solo desean una cosa: salir de ella.

La primera etapa es el éxodo rural o magnetismo urbano. Los jóvenes reprueban la jerarquía tradicional del pueblo -una jerarquía de edad- y se van para rehacerse en la ciudad. La segunda etapa de la migración africana, más allá de las ciudades de provincia o de la capital de un país, conduce a las grandes metrópolis regionales. Por primera vez se franquea una frontera internacional y ya se plantean todas las cuestiones relacionadas con la situación legal y sociológica de un migrante. A falta de antagonismo racial, el rechazo a extranjeros suele ser el mismo que en cualquier otra parte: van de la hostilidad declarada a la persecución de las personas, pasando por diversas manifestaciones de xenofobia. La última etapa lleva al migrante africano al exterior del continente. Nadie sabe qué va a pasar, simplemente porque eso depende de una enorme cantidad de variables, es decir, del puro azar.

Al abandonar lo conocido por lo desconocido, el migrante deja lo malo conocido por la incertidumbre. Escoge la amenaza antes que un contexto africano en el que la falta de oportunidades, la rutina y, a menudo, el aburrimiento, le parecen muchísimo peores que la incertidumbre. Los africanos dejan sus pueblos, sus ciudades o su continente porque esperan algo mejor y miran con mayor amplitud: se van para buscar algo de suerte.

Naciones Unidas prevé que, entre 2015 y 2050, 91 millones de personas originarias del sur se establecerán en los países ricos. La gran mayoría de africanos aún no ha huido hacia Europa, y esto no solo ni principalmente porque los aventajados del norte la hubieran convertido en un fuerte. No parece que se hayan reunido aún todas las condiciones para desencadenar la huida hacia Europa desde África.