Nunca habíamos trabajado antes en Uganda. Las experiencias de misión en África, de lo que concierne a los Capuchinos de España, se ciñen a Guinea Ecuatorial. Sin embargo la necesidad obligó a proyectar nuestra mirada en este país.
El año 2012 fue un año especialmente terrible para el Sahel, esa porción de África ubicada en los valles del sur que suceden a las tierras desérticas del Sahara. El Sahel abarca al menos 8 países y al sur, ya adentrándonos en la sabana centroafricana se encuentra Uganda. Es uno de esos países que aquí olvidamos y frecuentemente confundimos con otros de esa África que nos habla de hambruna, sequías, violencia y guerras civiles. Casi pareciera que nos da pereza pensar en los conflictos de esa parte del mundo y en sus posibles soluciones. “Cuando la situación es tan complicada… hay que darlo por perdido” – pensarán algunos.
El proyecto que llegó de parte del párroco y director del Colegio San Francisco de Mengo, Fr. Thomas Lwanga, fue claro: “Con algo más de tres mil euros solucionamos el principal problema de un colegio con 245 niños y niñas… no tienen acceso a agua”.
En el informe de justificación del proyecto el capuchino nos cuenta los interminables viajes que niños, niñas y personal del centro deben hacer diariamente para ir a la fuente de agua más cercana. Relatan, con extrema crudeza, los peligros que se ciernen sobre los menores y especialmente los riesgos de abusos que soportan las niñas.
Exacto. Este proyecto no hará frente a los graves problemas de sequía que como en el año 2012, periódicamente asolan el centro de África. También es cierto que no ataja ninguna de las causas finales que llevan a que en Kampala, capital del país, numeroso barrios y barriadas, se encuentren todavía sin acceso a agua o a alimentos de primera necesidad. Tampoco lo pretende. Este es un proyecto con nombres y apellidos, con los de aquellos 115 niños y 130 niñas que nos pidieron un vaso de agua. Y a pesar de que no es tan sencillo como abrir el grifo y servirla… el esfuerzo de quienes reunieron los fondos para este proyecto ha permitido que accedan a ese bien fundamental.
El esfuerzo económico es importante pero la lección aprendida es todavía mayor.
Seguramente ahora cuando las noticias hablen de aquellos lugares podremos ponerles apellidos, aliviarnos al saber que 245 niños están algo más cerca de la dignidad pero que todavía quedan millones para los que hay que trabajar.