El objetivo de la Misión Capuchina en el oriente ecuatoriano con la asistencia sanitaria ha sido siempre prioritario. No en vano es un servicio básico que si no es garantizado con unos mínimos estándares de calidad, la población no puede desarrollar su vida plenamente.
Desde la llegada de los primeros Capuchinos se brindaron primeros auxilios en todos los puestos misioneros, además de proveerse de sueros antiofílicos para las tontas pero mortales “picadas de serpiente”, analgésicos, vendajes… Desde esas primeras acciones se pasó a un segundo periodo de construcción de hospitales y dispensarios en toda la geografía del vicariato. Es así que en Coca, Sachas, el Eno, Ponpeya, Rocafuerte, Pañacocha, etc. se construyeron los primeros hospitales de mano de los misioneros. De especial importancia han sido los de Coca por ser precursores del principal puesto hospitalario de la provincia y el de Rocafuerte, que hasta la fecha, gestionado durante muchos años por Manuel Amunárriz, ha sido el único hospital del río Napo, a más de trescientos kilómetros de una carretera y con atención binacional.
Sin embargo la asistencia sanitaria no fue nunca un proyecto exclusivamente asistencial sino una herramienta más para construir “comunidad”. Durante años, con el apoyo de la sociedad navarra y vasca, se fortalecieron redes de promotores de salud en cada comunidad que se formaba y se atendían puestos de primeros auxilios, organizaban reuniones y demandaban del estado que este asumiera su responsabilidad. Sandi Yura y FUSA son dos organizaciones de reconocido prestigio a nivel nacional e internacional.
Hoy en día la situación es diferente. El Ministerio de Salud Pública ha tomado las riendas de la gestión sanitaria y la misión dedica sus esfuerzos a atender los muchos espacios que aún hoy son deficitarios.
Pompeya es un puesto mítico de la misión y es un punto de conexión importante para las comunidades kichwas del río Napo. Gracias al dispensario que gestionan las Hermanas Lauritas se da cuidado y atención primaria a muchos indígenas que no podrían llegar a puestos hospitalarios muy alejados.
Por otro lado, la Casa de atención a enfermos de Quito, gestionada conjuntamente con las Hermanas Terciarias Capuchinas, es el único servicio asistencial para enfermos y familiares de la provincia que deben acudir a tratamientos en Quito. En una provincia con índices de pobreza tan altos, que resulta vital su atención y gestión.