Compartimos la entrevista completa con el hermano capuchino Benjamín Echeverría, presidente de SERCADE, con motivo del Día Internacional del Voluntariado 2025. Una conversación que profundiza en el sentido de acompañar, la transformación que nace del encuentro y la mirada capuchina hacia un mundo más humano.
¿Qué significa para ti la palabra “acompañar”?
Para mí la palabra acompañar tendría que fijarme en lo que decían los antiguos, que tiene que ver algo con el pan. Solían decir que acompañar es como comer pan juntos. Acompañar en ese sentido es hacer un camino juntos, es estar pendiente uno de otro, preocuparse uno por otro y mantener o crear juntos un proyecto de vida.
¿Y qué has aprendido tú, personalmente, al ser acompañado en la vida?
Pues personalmente he aprendido al ser acompañado que ninguno estamos solos y que no es bueno, como dice el libro del Génesis, no es bueno que el hombre esté solo, ¿verdad? No es bueno que ninguno estemos solos. Que somos personas y necesitamos de los demás, nos necesitamos. Y que podemos crear un mundo, desde la perspectiva franciscana, mucho más abierto y mucho más de hermanos.
Hablando ahora del corazón de la campaña, en SERCADE decimos que el voluntariado no es ayuda, sino encuentro. ¿Cómo se vive esto en el día a día?
El tema de los encuentros es algo fundamental en nuestra vida. De hecho, conforme vamos cumpliendo años somos conscientes, a mí me parece que somos conscientes o somos más conscientes de lo importantes que son los encuentros en el día a día.
Porque nos van configurando como personas y nos van abriendo a nuevas gentes, nuevas maneras de entender la vida, nuevas maneras de organizar la vida, de organizarnos como personas, como sociedad, y eso nos hace tener siempre una mentalidad mucho más abierta, una mentalidad mucho más global de este mundo en el que estamos.
¿Qué transforma más: acompañar o dejarse acompañar?
Yo creo que las dos, lo mismo el acompañar que el dejarse acompañar, son las dos acciones transformadoras. Porque hay veces en las que crees que eres tú quien vas dando de tu tiempo, quien vas dando de ti, y sin embargo eres siempre el principal y el primer beneficiario. Cuando acompañamos a personas, cuando te dejan entrar en sus vidas, cuando entran en la tuya, precisamente esos encuentros, esas vivencias, esas experiencias, esa riqueza de vida que tenemos cada uno, es lo que realmente nos afecta y nos ayuda también a ir sintiendo la vida y sintiéndonos de forma distinta, y eso es siempre enriquecedor.
¿Cómo describirías ese “momento mágico” en el que dos personas se reconocen iguales?
Pues por decir así, el reconocerse iguales de alguna manera es un momento espiritual también. Nuestra fe, quienes somos creyentes, sentimos que estamos en un mundo de hermanos, en un mundo de iguales, que todas las personas tenemos la misma dignidad, que todas las personas merecemos el mismo respeto, y eso yo creo que nos sitúa de una manera mucho más igualitaria, de una manera mucho más cercana, de una manera mucho más fraterna, en terminología franciscana, en nuestra relación con los demás, con nosotros mismos y con los demás.
¿Por qué acompañar es también un acto de compromiso social y político?
Acompañar es un acto de compromiso social y político porque cada uno de nosotros tenemos una visión concreta del mundo y de la sociedad en la que estamos, y las decisiones que tomamos, muchas de ellas son siempre políticas, desde el consumo hasta los planteamientos que nos hacemos en la vida. Cada uno tenemos nuestra manera de entender el mundo, de entender la sociedad, y desde ahí nos situamos. Cada uno mantenemos y defendemos unos valores y son los que realmente nos sitúan también como personas, como personas políticas, como personas que nos esforzamos por ofrecer a los demás y por trabajar por un determinado mundo y una determinada sociedad.
En un mundo polarizado como el actual, ¿qué papel juega el voluntariado que acompaña?
El papel del voluntariado que acompaña, a mi modo de ver, es siempre un papel humanizador. En esta sociedad tan rica, por un lado, tan complicada por otro, tan variada, en la que hay posibilidades y problemas de todo tipo, el ser capaces de acompañarnos yo creo que nos lleva a acercarnos mucho más. Esas posturas que muchas veces son tan difíciles de compaginar o de entender o de compartir, cuando te metes en la vida de otras personas o cuando compartes la vida con otras personas, ellas mismas te van transformando también tu propia sensibilidad.
No tanto los criterios, pero sí la sensibilidad. Porque al final, cada uno tenemos nuestra visión de la vida, nuestras opciones políticas, teóricamente tenemos muchas cosas claras, pero al final, cuando te encuentras con personas, pues muchos de esos criterios y de esas normativas desde las que funcionamos se caen, porque al final lo importante son las personas.
Desde la tradición capuchina, ¿qué aporta este modo de acompañar a nuestra sociedad? Pues la tradición capuchina yo creo que aporta un modo de situarnos en la sociedad.
No desde grandes cosas, desde grandes estructuras, sino desde una manera sencilla. En la tradición franciscana hay siempre una palabra a la que le damos muchas vueltas, que es la palabra minoridad. Y la minoridad nos lleva, en primer lugar, a situarnos en un determinado nivel de la población, por decir así, pero también en una manera de acompañar a las personas, de posicionarnos junto a las personas.
Desde ese deseo de ser menores, desde esa minoridad, desde esa sencillez, desde el deseo también de hacer de nuestro mundo un mundo de hermanos.
¿Qué has visto tú, como presidente de Sercade, que te haga creer que el voluntariado que hacemos aquí transforma vidas?
En todo acompañamiento y en toda la labor social el voluntariado es algo fundamental. Cada uno tenemos nuestra propia experiencia de voluntariado.
Yo recordaba cómo empezamos con 17-18 años acompañando a personas con síndrome de Down, en la Sociedad Navarra de Anfas, en la Asociación Navarra de Anfas. O en otro tiempo estuvimos también acompañando a personas sin hogar, no en obras nuestras, en obras propias, sino en otro tipo de obra. Cuando empezamos Sercade y ves la cantidad de personas que dedican su tiempo, su vida, su compromiso en favor de los distintos proyectos, yo creo que esto nos lleva al deseo y a la ilusión de crear un mundo mejor para todos.
Y de trabajar también por ese bien común. Cada uno aportamos desde nuestra sensibilidad aquello que creemos que puede mejorar el mundo en el que vivimos. Porque después de todo el pertenecer en este caso a Sercade, el ser voluntario de Sercade, nos ayuda también como un punto de encuentro en el que las personas aportamos lo mejor que cada uno de nosotros tenemos.
Y después de tantos años, ¿qué te sorprende aún de los voluntarios de Sercade?
Pues siempre sorprende la ilusión y las ganas que le echa la gente para poner su grano de arena. Seguramente que todos nos metemos o somos voluntarios en esos ámbitos en los que creemos que personalmente o podemos aportar más o nos puede aportar más. Por afición, por interés, por compromiso.
Y eso es lo que realmente nos ayuda a hacer o creemos que estamos construyendo un mundo mejor no solo para nosotros, sino para los demás.
Y ya, por último, si pudieras decir unas palabras a quien está dudando si ser o no voluntario, ¿qué le dirías?
Pues que no tenga ninguna duda. Quien dude de ser voluntario, que no tenga ninguna duda que todas las personas tenemos mucho que aportar y mucho también que recibir.
Y el voluntariado precisamente favorece ese enriquecimiento personal y social.